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«¿Qué le pasa a Cristina que no le da bola a los indios?»

In Apuntes rápidos, Opinión, por Mario Rivas on 18 diciembre, 2010 at 23:09

por Mario Rivas

Se ha cumplido ya un mes desde la brutal represión de la policía del gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, a la comunidad Qom en  La Primavera. No estaban mendigando nada, reclamaban el cumplimiento de una ley nacional que les garantiza la tierra que les pertenece desde mucho antes de que este país existiera siquiera como proyecto de Nación. Fueron reprimidos a sangre y fuego. Aún hoy carecen de agua potable y siguen siendo hostigados por el gobierno de Insfrán. El objetivo es desterrarlos de su tierra para que las mismas sirvan a los pools sojeros.

«¿Qué le pasa a Cristina que no le da bola a los indios?» se escucha en la progresía citadina que acompaña el desarrollo de este modelo de inclusión social que lleva adelante el Gobierno. «Para mí la masacre (sic) de La Primavera ha sido un punto de inflexión», agregan. Bueno, ya se sabe que la progresía siempre tiene «el punto de inflexión» a flor de piel. No pueden entender que un gobierno que ha hecho tanto por la vigencia de los Derechos Humanos mantenga silencio de radio sobre tamaña injusticia. Sólo funcionarios menores, como Jorge Coscia, han salido a opinar sobre el tema, con declaraciones lamentables.

Cuando a estos «progres» se les pide alguna explicación sobre a qué atribuyen el comportamiento de Cristina esbozan dos hipótesis:

1.- Gildo Insfrán fue el primero en apoyar a Néstor Kirchner, y Cristina respeta esa «deuda de honor».

2.- Insfrán sabe «algo» de los Kirchner y condiciona con ello a Cristina.

Son tan endebles estos argumentos que ni ellos mismos se lo creen. La otra teoría que se escucha en este sector es que Cristina está cuidando los votos que le acerca Formosa a través de Insfrán. Lo cual convertiría a Cristina en una cretina que negocia principios por votos.

A reglón seguido establecen una relación directa entre lo sucedido en La Primavera y los acontecimientos del Parque Indoamericano, forzando la relación. «Si se hubiese actuado con firmeza en el tema de los Qom», dicen, «no se hubiese producido el descalabro de Villa Soldati». No reparan en que los dos hechos obedecen a causas distintas, son otros los actores y merecen respuestas distintas, aunque ambos puedan ser englobados genéricamente bajo el rótulo de Derechos Humanos.

Lo que no terminan de entender algunos «progres» es que en toda gestión se debe tener una lista de prioridades. Para ejercer un gobierno que garantice la plena vigencia de los Derechos Humanos lo primero y fundamental es mantener ese gobierno. No se pueden abrir varios frentes de conflicto de manera simultánea. Esto es el ABC de cualquier manual de estrategia, desde Sun Tzu en adelante.

Hoy el foco principal del Gobierno está centralizado (amén de seguir gestionando, claro) en detener la movida destituyente que, desde los sectores que ven escabullirse sus posibilidades electorales apelan al último recurso que les queda: la violencia y la desestabilización exacerbando los peores instintos de esta sociedad. Quien no lo vea es porque no quiere verlo.

Ahí está el afiche del lanzamiento de la candidatura de Duhalde a presidente, realizado cuando el conflicto del parque Indoamericano aún no estaba resuelto. En el mismo se lo ve emergiendo de un país en llamas cual salvador elegido. Ése es el escenario que quieren plantear: un país en llamas que necesita un «salvador». No importa que ese escenario no tenga asidero con la realidad: primero plantean el escenario y luego mueven los hilos para construirlo. «Paz y Orden» es la consigna que enarbolan. Creo que no hace falta entrar en demasiados detalles y cualquiera que tenga memoria en este país sabe qué se esconde detrás de estas banderas.

Cuando escuchan estos argumentos, la progresía me tilda de pragmático cuando no de cosas peores. Pero lo hacen obviando un dato fundamental: quienes estuvieron rodeando a Cristina durante la conmemoración del 10 de Diciembre -y ya habían pasado 20 días del episodio con los Qom- fueron Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto. ¿Ellas también son pragmáticas? ¿A ellas tampoco les interesa el respeto a los pueblos originarios? ¿Ellas también especulan por votos o tienen negociados con Gildo Insfrán?

Yo no tengo dudas -y ese es mi reclamo desde el primer momento- de que este Gobierno va a dar una solución integral y reparadora a la problemática aborigen. Pero, repito, para hacerlo lo primero que tiene que lograr es mantener el Gobierno.

Amas de casa

In Amas de casa on 18 diciembre, 2010 at 14:56

Los matones

In Opinión, por Luis Bruschtein on 18 diciembre, 2010 at 3:15

" La no discriminación resulta una actitud ultraizquierdista, testimonial. Ese es el verdadero problema en una ciudad donde la cultura ciudadana pareciera deslizarse por una superficie tan difusa y volátil que se dispersa con el primer soplido", plantea Luis Bruschtein en esta nota.

Leemos hoy:

«En el barrio Piedrabuena se describía el saqueo a un supermercado que nunca se había producido y en otros barrios populares de la ciudad algunos vecinos se preparaban para una invasión de paraguayos y bolivianos que nunca se produciría. La xenofobia había cundido y no solamente entre los vecinos argentinos blancos de Soldati. Entre los ricos y los pobres de todo tipo y nacionalidad surgían resquemores y miradas de desconfianza. La ciudad de Buenos Aires se había convertido, ahora sí, en un gran basural, pero no de basura material, sino ideológica. Una gran estupidez con sabor amargo se reproducía en las colas de los bancos, en los comentarios de sobremesa, en diálogos de taxímetro y en discusiones insólitas también en algunos ámbitos diz que progresistas. Nunca la ciudad generó tanto olor a podrido como cuando tantas cabezas se pusieron a pensar la misma mierda.

Y los consultores dicen que hay que ser xenófobo para no perder votos. Dicen que Macri ganó votos con su discurso discriminador y que la presidenta Cristina los perdió cuando salió al cruce con su discurso del Día de los Derechos Humanos. O sea que para ganar votos hay que actuar como un reverendo patán, en tanto que una persona democrática que no odia ni discrimina por cuestión de raza, religión, ciudadanía o condición social formaría parte de una minoría subversiva en la ciudad de Buenos Aires. La no discriminación resulta una actitud ultraizquierdista, testimonial. Ese es el verdadero problema en una ciudad donde la cultura ciudadana pareciera deslizarse por una superficie tan difusa y volátil que se dispersa con el primer soplido. El de Soldati discrimina al de la villa 20 y los demás porteños discriminan al de Soldati. Y en España a todos los porteños sin distinción les dicen sudacas con menos consideración que si vinieran de la Villa 20.

Macri anunció a través de los medios que iba a regalar títulos de propiedad en las villas, como si fuera una oferta de supermercado. Si hubiera ofertado zapatos para dama hubiera provocado estampidas entre señoras de los barrios porteños. Pero no eran zapatos, sino tierra para viviendas, y provocó una estampida de las miles de personas que la necesitan, que fueron a su vez criticadas por muchas de aquellas señoras que se hubieran tirado de cabeza por unos zapatos baratos. Cosas veredes, Sancho, y nunca se agotará la capacidad de asombro. Sobre todo por la rapidez y la naturalidad con que ese discurso reactivo y tan primario e irracional conseguía instalarse con comodidad en la cabeza de miles y miles de porteños pobres o ricos, rubios y morochos. La estupidez no discrimina, no es tan estúpida.

(…)

La esencia de las personas se pone de manifiesto en situaciones límite. Los crímenes más repugnantes han sido cometidos por vecinos contra vecinos en guerras étnicas o religiosas, en Polonia contra los judíos o en Bosnia contra los musulmanes. Convivían en paz hasta que dejaron de hacerlo, envenenados por la excusa de la xenofobia, la seguridad, el fanatismo religioso y la discriminación.

Y en este punto, no se trata de que tengan razón o no en el reclamo o en la forma del reclamo. En cualquier caso posible la xenofobia, el fanatismo y la discriminación son ideas criminales. Una persona civilizada no puede asociarse al discurso primitivo de un patotero. Cuando va a agredir en esas situaciones, la patota profesional grita siempre consignas para justificar su violencia, conseguir alianzas tácitas de los que lo rodean y neutralizar posibles reacciones de sentido común: contra los zurdos, contra los maricones, contra los extranjeros, contra los chorros o contra los negros de mierda. En una pelea callejera, el matón profesional, que en este caso es una especie de linchador, apela siempre a las zonas oscuras de las personas que puedan estar a su alrededor. Ellos tratan de convertirse así en la personificación de la violencia que generan al convocar esos miedos y prejuicios.

El matón profesional puede creer o no en lo que dice. En principio es solamente un recurso más de la pelea. Pero, por algún mecanismo perverso, ese recurso en el que él no cree se convierte en credo para muchos de los que en ese momento lo rodean. Entonces el matón se convierte en portavoz de personas que supuestamente son más inteligentes y mejores que él. Se produce un fenómeno de subordinación a esa personificación de la violencia, como sucedió con Hitler en Alemania y con muchos de los porteños que encontraron sus voceros entre los barrabravas que fueron a golpear a los pobres que estaban reclamando tierras.

(…)

Resulta paradójico que el camino de la negociación que permitió la solución del conflicto tenga menos consenso según los encuestadores y consejeros del macrismo que el de la violencia, que para ser justificada necesita apoyarse en ese discurso xenófobo que ensayó Mauricio Macri para encubrir su incompetencia. El mismo ideario que vociferaban las patotas cuando agredían a los vecinos de la Villa 20 que estaban ocupando el Parque Indoamericano.

No se trata de discutir si los que tomaron el parque tenían o no razón. Será otra discusión. El poderoso veneno no estaba allí sino escondido en la reacción xenófoba que provocó la toma y que se extendió como un incendio por toda la ciudad. La debilidad de algunos bienpensantes, la perversa ambigüedad de los autoritarios o la flaquísima conciencia ciudadana que no termina de arraigar para rechazar el canto de sirena del discurso patotero, son el verdadero problema.

Quedó demostrado que se podía reaccionar de otra forma, pero el camino pacífico, que lleva tiempo y paciencia, que requiere inteligencia, sensibilidad y política tendría menos rating en esta ciudad supuestamente culta y moderna. En cambio la violencia, con su carga simbólica de castigo ejemplificador y negación y anulación del otro, se considera flamígeramente apropiada en la urbe de Macris, Aguinis y Biondinis«.

(Leer completa la nota de Luis Bruschtein haciendo click acá)

No hay sábado sin sol

In Chicos Malos on 18 diciembre, 2010 at 0:02