Tengo un par de amigos gorilas, quizás hasta tres. Lo cual, teniendo en cuenta que no debo tener más de unos siete amigos, los convierte en un número considerable. Me refiero claro a los amigos de verdad, a esos que han pasado todas las pruebas y siempre están, de una manera u otra. Alguien me dijo hace ya muchísimos años que los amigos de verdad son como los principios: nunca son tantos. Y es verdad.
Claro que mis amigos gorilas son, podría decirse, gorilas finos. Eso sí.
José Pablo Feinmann señala en su monumental trabajo sobre el peronismo («Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina», Editorial Planeta. 2010) que con Kirchner han vuelto los gorilas: «El gorilismo ha renacido en tiempos de Kirchner. Hay, incluso, un nuevo odio que había decrecido en épocas anteriores. Se odia el “setentismo” de Kirchner. Su política de derechos humanos. Aquí está lleno de socialistas o de trotskistas o de socialistas o de ex alfonsinistas que se desgarran las vestiduras por los treinta mil desaparecidos pero odian a la generación del setenta. Este país se empeña en ser difícil.»
Y JPF apunta que hay dos clases de gorilas: el Gorila ’55 y el Gorila ’84, el gorila alfonsinista. A lo cual yo agrego, con tu permiso JPF, que el Gorila ’55 mutó en el Gorila 125, ya que renació al calor de la discusión por las retenciones. Y el Gorila ’84 mutó en el Gorila Depilado, acorde con los nuevos tiempos. Es el Gorila.2010. Mis amigos gorilas, como les decía, pertenecen a este último grupo.
En el 2003 mis amigos gorilas no jodían mucho con mi apoyo a Kirchner. Directamente no me daban bola. La cosa cambió durante la 125. Ahí ya se empezaron a poner un poquito nerviosos. Tuvieron una semanita de descanso luego de la muerte de Néstor y a partir de allí volvieron a la carga y ahora directamente no los puedo saludar sin que me saquen algo en cara contra el Gobierno. Y eso que ya les advertí que con ellos no discuto más de política. No hay caso: no pueden dejar de echarme en cara mi oficialismo.
Cualquier tema les viene bien a mis amigos gorilas para chicanearme: minería a cielo abierto -¡por supuesto!-; delegación del FMI; conflicto con los Qom; utilización de la Cadena Nacional, cualquier excusa es bienvenida para sacar a flote sus discrepancias. Hay un par de ellos que hasta hace poco eran «Kirchneristas críticos» y con esto querían señalar que ellos no estaban a dispuestos a «tragarse ningún sapo». Es más, suelen tener su «punto de inflexión» a flor de piel. Siempre están diciendo: «hasta aquí llegué, hasta aquí llegó mi apoyo a Cristina».
Pero esto es común en todos los procesos de cambio. Aquí y en Madagascar.
Lo que me llama la atención en mis amigos gorilas es cómo contribuyen a la Cultura del Malestar. Ellos están bien, económicamente hablando. Y ni qué decir lo bien que les ha ido con este Gobierno. Pero esa tranquilidad no les sirve para mirar los procesos de una manera más tranquila, más objetiva. Es que el gorilismo los puede. Y ahora para colmo tienen que bancarse una Presidenta como no tuvimos nunca en el país. Gorilismo y machismo intoxica a cualquiera.
Deberían hacer como la chica que ilustra este post: ponerse cómodos y elegir en qué país del mundo serían completamente felices. Supongo que en uno donde no haya negros y mucho menos peronistas.