Una publicación efímera, como todo

Tema Minería: ¿Dónde está el fémur de la cuestión?

In Medio Ambiente, Minería, Opinión, por Eduardo Aliverti on 20 febrero, 2012 at 2:32

"(...) una polémica de buena leche tendría que servir –de mínima– para dilucidar ciertos nudos discursivos, contradictoriamente asombrosos, de los actores en pugna.", plantea Aduardo Aliverti en esta nota.

Leemos hoy:

«Con excepción de los efectos locales de la crisis europea, el único tema circulante que amerita atención y profundidad es el debate acerca del modelo de minería. Pero, también en eso, por acción u omisión, las cosas que suceden y se dicen quedan atravesadas solamente por el andar oficialista nacional, de las provincias e inclusive de los municipios afectados. Hay la protesta y movilización expansiva de los lugareños, no a nivel masivo y con el concurso de grupos ambientalistas (como fuere, bienvenido sea porque es lo que disparó un altercado imprescindible). Hay la represión parida por las entrañas gubernativas y judiciales de esos símiles de feudos a los que no llegó la Revolución Francesa, como lo definió un poblador citado por el colega Eduardo Blaustein. Se escucharon unas cuantas voces condenatorias de la represión, montadas en el aprovechamiento de multimedios que se desayunaron con el envenenamiento de que son o serían víctimas nuestros hermanos del interior profundo. Por lo demás, es Casa Rosada que recién ahora tomó nota presidencial de la bola de nieve. Más los propios gobernadores o gobernadores propios, como se quiera, que dispusieron lo que por el momento es apenas un ámbito de discusión con aroma de defensa conjunta. Algo es algo, de todos modos, frente a un temón que los mostraba silbando bajito. Algo tendrán que esgrimir, igual que desde Buenos Aires, y entonces deberá verse la solidez de los argumentos confrontadores. En su estupendo artículo del martes pasado en este diario, Ricardo Forster aludía a una de las claves: “Ninguna corriente ecologista, o medianamente ambientalista, puede resolver la ecuación, extremadamente compleja, entre creación de riqueza, disminución de la pobreza y distribución igualitaria, si no se hace cargo de darles alternativas a sociedades que necesitan salir del atraso y la dependencia (…) Lo demás es falso virtuosismo, incapaz de pensar la cuestión social, o simplemente cinismo».

Resolver o contribuir al desculado de esa ecuación es el anhelo de máxima a que debe propenderse. Mientras tanto, o a propósito, una polémica de buena leche tendría que servir –de mínima– para dilucidar ciertos nudos discursivos, contradictoriamente asombrosos, de los actores en pugna. ¿Cómo justificar que pueda hablarse de una cantidad aterradora de agua, usada y contaminada por la actividad minera, con producido de grandes sequías, y a la vez se refute que el consumo de agua de la mina más grande del país equivale apenas al de 800 hectáreas de olivos? ¿Cómo entender que se mente el envenenamiento con cianuro, y a la par que no hay cianuro vertido al ambiente porque el 90 por ciento se reutiliza en procesos cerrados y el resto se destruye? Podría decirse que, si es por cotejo de prevenciones y datos como ésos, alguien miente en forma descarada: se discute una película, un cantante, una obra plástica, un periodista; no dónde está ubicado el fémur. Pero también –más por experiencia que por certeza, en tanto son muy pocos los que en esto no tocan de oído– tal vez pueda afirmarse que el contencioso está surcado por agrandamientos y minimizaciones a partir de dos fundamentalismos. El de mercado y el ecoambientalista. Del primero se conoce y sufre mucho. Del segundo, más bien se intuye. Y en paralelo o imbricada, porque lo anterior atraviesa principalmente condiciones ecológico-sanitarias, corre la cuestión no ya del modelo extractivo sino de los intereses en juego. El ingeniero Enrique Martínez, ex titular del INTI, remarca como dato central que, de los 51 megaemprendimientos mineros en desarrollo, 49 están en manos de grandes empresas multinacionales. Desde ya que no es el único número que simboliza la extranjerización de la economía argentina, en este caso favorecida a mansalva a través del Código de Minería sancionado por el menemato en 1994. Un monstruoso peludo de regalo, de complicadísimo desarme jurídico. Sin embargo, la proporción lleva a preguntarse de qué la va Argentina, en un proceso así, acerca de la relación costo-beneficio entre lo que se llevan y lo que dejan. Asunto sobre el que tampoco se ponen de acuerdo unos y otros, bien que en eso parecería haber mayores cuotas de sentido común. O complementario. Los empresarios mineros muestran cifras fabulosas de lo que la actividad le significa al país, mirado por donde sea: proporción del PBI (cerca del 5 por ciento), generación de empleo directo e indirecto en lugar de origen, pago de impuestos. Todo muy lindo, se les contesta, pero las poblaciones y distritos en que se radica el negocio siguen sumidos en una pobreza ostentosa».

(leer completa de Eduardo Aliverti haciendo click acá)

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