Una publicación efímera, como todo

De libros que no faltan y noticias que no son

In Opinión, por Eduardo Aliverti on 2 abril, 2012 at 2:43

"Los controles oficiales en la importación de libros también dieron lugar a una manipulación sublime.(...) el tremendismo que Clarín, y otros medios y periodistas, imprimieron a un hecho por el cual quiso esparcirse algo así como que la Argentina se queda intelectualmente aislada del mundo", plantea en esta nota Eduardo Aliverti.

Leemos hoy:

«Qué falta que hace Kirchner, se lee y escucha en las bocas de lobo de las usinas periodísticas del bando opositor. Cuánto que se lo necesitaría hoy para trazarle límites a la yegua que, post mortem, lo corre por izquierda. No tienen vergüenza. (…)

Los controles oficiales en la importación de libros también dieron lugar a una manipulación sublime. El jueves pasado, en Clarín, el título principal de portada daba cuenta de un bloqueo aduanero total a los textos impresos en el extranjero. Pero el desarrollo de la noticia fue remitido con exclusividad a la página 39, en cuya nota no hay una sola mención de fuente propia con nombre y apellido excepto por dos que al cabo mueven a risa porque, justamente, contradicen el sentido que el diario da a la información. El presidente de la Cámara Argentina de Publicaciones, Héctor Di Marco, afirma que tomarán contacto con las autoridades porque “por ahora, sólo tenemos suposiciones” (sobre la medida de la Aduana). Sin embargo, según el mismo directivo y siempre en la misma nota, el supuesto es que, simplemente, se trataba de “verificar todos los contenidos de los containers, para ver si se ajustan a las declaraciones”. La mención nominada restante corresponde a Isaac Rubinzal, presidente de la Cámara Argentina del Libro, quien no sólo ya había negado que hubiera libros interdictos sino que, respecto de las entregas, sostiene que “no es un volumen significativo, son monedas”. Lo demás es “cuenta un editor”; “cuentan”; “explican los editores”; “decía” el director de la filial argentina de una editorial multinacional; “un” editor “se burló” de que sólo quieran controlar la tinta con plomo; “confiaban” desde una editorial. El mismo jueves, en Página/12, el artículo de Javier Lewkowicz abundaba en fuentes abiertas allí donde Clarín consigue solamente off the record. Que un diario tenga simpatía con el oficialismo y el otro esté en guerra declarada no guarda relación alguna con la calidad profesional respecto de las fuentes empleadas y el uso de potenciales. Para la nota de Lewkowicz opinaron sin problemas desde el Grupo Santillana, más Carlos Artigas, gerente de importaciones de Editorial Atlántida, y Juan Carlos Manoukian, director de Ediciones Circus. Todos –incluyendo a Di Marco y Rubinzal, nada menos que los responsables máximos de las dos cámaras representantes de los editores del país– coincidieron en descartar, con aportes numéricos y conceptuales, el tremendismo que Clarín, y otros medios y periodistas, imprimieron a un hecho por el cual quiso esparcirse algo así como que la Argentina se queda intelectualmente aislada del mundo. ¿Tanto les hace falta inventar o manipular de esta manera? Tomar noticias a partir del procedimiento mediático que sufren no debería ser un ejercicio habitual. Pero continúa siendo imprescindible, porque es a partir de allí como se entienden mejor las noticias propiamente dichas.

Como suele decirse, y ya supimos apuntar en esta columna, a propósito de una de las formas en que cabe medir la diferencia de categoría periodística entre un profesional y un aficionado, los goles se pueden meter con el pie, la cabeza, el pecho, la espalda, el culo. Pero nunca con las manos. Y lo que está ocurriendo en el periodismo argentino, ante todo por la realidad indesmentible de que algunas corporaciones de prensa y aledaños ocupan el sitio de la oposición partidaria, parlamentaria, institucional, es que aumentan los ilícitos. No digamos legitimidad: podríamos hacerlo si cada quien reconociera abiertamente el lugar desde donde dice, informa, juzga, titula, entona, gesticula. No es el caso. El periodismo al que se denuesta como “militante”, si es por eso, acaba por ser infinitamente más auténtico que el salvajismo de la oposición periodística autoinvestida con su lucha por la libertad de prensa. Que vaya si la tienen. Y de profesionalismo, que vaya si les falta. De por sí, vender como existente la objetividad es una estafa. Si además pretende revestírsela de independencia analítica en medio de una guerra de intereses como se vio pocas veces o ninguna, estamos frente a un fraude escandaloso».

(Leer completa la nota de Eduardo Aliverti haciendo click acá)

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