por Jorge Felippa
Pongamos que hablo de un amigo, casi un hermano de la vida. Todos le decimos el Gringo. Él no terminó el secundario que hacía en el industrial Cassaffousth. Pero tenía y tiene una habilidad manual casi innata para resolver cuestiones como instalar un calefón, soldar una reja, desarmar un televisor, y cualquier desperfecto de un auto. Porque el Gringo armó y desarmó por lo menos los veinticinco autos que tuvo en su vida.
Con eso se ganó el puchero: comprando y vendiendo repuestos para autos. Fue un comerciante próspero del Boulevard Las Heras, se casó con la única novia que tuvo en su vida y tuvieron dos hijos. De uno de ellos les quiero hablar, más abajo. Lee el resto de esta entrada »