por Caty Giménez
En medio de las reformas que ya han salido a nivel oficial en educación la deuda con las Escuelas Técnicas sigue vigente. Lo que no sólo frena un proceso necesario sino que pone en situación de riesgo los enunciados de una escuela “democrática e inclusiva” ya que deja fuera de las mismas a aquellos chicos que desean formarse en el ámbito de los oficios con salida laboral cierta como a los que desean ingresar a carreras más cortas que las que proponen las universidades y los IFD.
La nota de Página 12 escrita por Osvaldo Bayer es más que significativa al respecto y pone luz sobre una problemática que arrastramos desde el cierre de la mayoría de las escuelas técnicas en la década del ’90 en medio de una transformación que resultó un reduccionismo peligroso.
Transcribo, para aquellos que no la leyeron el párrafo que da cuenta del pedido de analizar y poner en marcha estos espacios escolares. “Otra protesta positiva es la que han comenzado los docentes de las escuelas técnicas poniendo de relieve una vez más la importancia que debe tener la enseñanza en una democracia. En un documento muy explicativo titulado “Técnicos en busca de una revolución en la enseñanza” expresan: “Curiosamente, la educación propedéutica fue la que floreció en la historia latinoamericana, se sistematizó y se hizo obligatoria, gratuita y permanente. El futuro: las profesiones liberales. La educación técnica transitó otro camino, mucho más escabroso y discontinuo, y siempre a la sombra de la otra educación. Los vaivenes político-económicos nacionales y mundiales determinaron a lo largo de los dos últimos siglos, y las décadas del que transcurre, que la educación técnica fuera o no una prioridad, pero nunca tuvo el desarrollo permanente y autónomo que merecía dentro de la sociedad, ni se impulsó su progreso en los ámbitos de la investigación, la ciencia y la tecnología, que los distintos tiempos requerían”. Más adelante señalan: “Estamos dispuestos a construirla, pero sabemos que no podemos hacerla solos. Necesitamos seguir ampliando nuestros conocimientos en las especialidades que conforman los trayectos técnicos profesionales, en el marco de una formación competitiva y permanente. Necesitamos escuelas con la inversión, la infraestructura y los insumos que garanticen las oportunidades de desarrollo educativo y no que profundice las desigualdades. Somos técnicos de una revolución educativa”. Hasta aquí la nota del periódico.
Las sombras de “esa otra educación” a la que hace referencia el documento, no es sino esa que signa el derrotero y el futuro de un país desde el prejuicio instalado del profesional por sobre el de los técnicos, con el consecuente riesgo de empobrecer no sólo la oferta educativa sino también la laboral y la de la producción. Difícil es el crecimiento de una nación que sólo contempla el progreso medido desde una excelencia educativa alejada de sus necesidades y realidades. La pregunta que surge es si sólo necesitamos profesionales o docentes o artistas. ¿Qué sucede con aquellos chicos que no encuentran en las ofertas de las escuelas con especialidades como Sociales, Arte, Naturales, Gestión, Educación Física, Turismo, por nombrar algunas y que son la mayoría y que por los general viven en las ciudades grandes?
Pues bien, todos sabemos que de un modo u otro se reciben con un gran esfuerzo en el mejor de los casos o desertan de esas escuelas.
Analizar las necesidades reales es lo que ha venido faltando en los últimos años y es sin duda la gran deuda de todos los gobiernos desde el ’90 en adelante. Claro que no es fácil hacer un replanteo que implicaría además reformular la Política Educativa para el Tercer Milenio, que a fuerza de ser honestos podemos decir que ha quedado retrasada en lo que a la Educación Técnica respecta. El planteo podría partir de ver cuál es el país que queremos tener de aquí a los próximos cincuenta años, y qué haremos para tenerlo. ¿Necesitamos sólo profesionales? La respuesta obvia es que no, pero además la realidad en las escuelas media nos enfrenta cada día con muchos, muchísimo chicos que transitan las especialidades de oferta masiva sólo porque no hay otras y que no están dispuestos tampoco, por varios motivos que ya analizaremos, a completar este trayecto. La deserción escolar no se ha frenado y en parte esto se debe a que no se han modificado las cuestiones relativas a las escuelas técnicas o de oficio.
El reduccionismo de este pensamiento es preocupante ya que los diferentes gobiernos no sólo fueron cerrando las escuelas técnicas si no que consideran que con incorporar Educación Tecnológica, una que otra actividad de taller y el Ámbito para la Formación y el Trabajo se resuelven las necesidades. Las políticas educativas en el mundo y en Argentina necesita urgentes transformaciones en todos sus niveles, pero es en el área de las escuelas técnicas donde esta actualización no sólo se ha visto reducida sino que los actores, docentes, técnicos no fueron escuchados en sus reclamos sustentados en una larga experiencia en el aula y en los talleres.
La pregunta que sigue es la que apareció en la mayoría de los documentos que los docentes y técnicos vienen proclamando aunque los oídos de los que tienen que escuchar están más sordos que una pared. ¿Para qué formación técnica si hay tan pocas industrias? ¿Para qué invertir si la mayoría de los chicos que egresen no conseguirán una buena salida laboral?
¿Esto es tan así? Creemos que a esta altura de los acontecimientos es imprescindible un cambio en el rumbo que se tomó. No todos los chicos pueden terminar con una escuela media de las características que tenemos y ante los problemas de deserción las medidas hasta ahora no han sido todo lo acertadas que tendrían que ser. Veamos por ejemplo el caso de a tercera materia que lejos de promover le retención o la no repitencia tiene hasta ahora efectos colaterales que muchos docentes advirtieron pero que no se evitaron, ni se evitan.
¿Y si para evitar esa deserción y el desinterés de los chicos por propuestas que son masivas y selectivas, recuperamos la educación técnica? No todos los chicos que siguen Sociales podrán seguir carreras afines a esta orientación, ni todos los que están en Naturales serán médicos, biólogos o químicos. Las estadísticas nos pegan en la cara todos los años al ver el número de ingresantes a las Universidades. Y más fuerte es el golpe al ver los que se reciben. Aunque a nadie le guste mucho hablar de esto.
Rescato este párrafo que leí hace un tiempo atrás:
“No existe, ni a nivel nacional ni jurisdiccional, un proyecto educativo capaz de jugar un rol activo en el proceso de reconstitución social y salida del marasmo actual. Las palabras formación y educación son cada vez más sustituidas por contención. La política «educativa» se reduce a atemperar el conflicto, a ajustar y a perdurar, mechada con dosis de asistencialismo. Y que cada uno se arregle como pueda
El panorama parece desesparanzador, pero no todo está perdido. Aún se pueden implementar cambios que atenúen y reviertan estos daños. Y mientras no se hagan desde la Jurisdicción, la alternativa que tiene las escuelas es lo que están haciendo con éxito dispar muchos directivos y docentes: defender la educación técnica desde el propio lugar de trabajo, esperanzados con la frase de que las administraciones pasan y las instituciones quedan. Lo grave es que por nuestra propia inoperancia varias generaciones terminan siendo usados como conejitos de indias o deben pagar con una insuficiente formación y poca preparación para defenderse en un mundo complejo y hostil.”
Ni hablar las problemáticas que la nueva Ley de Educación genera en las diferentes jurisdicciones con la adecuación a planes de estudio, cargas horarias y validación de los títulos que hasta la fecha vienen resolviéndose más a modo de parches que de soluciones pensadas, serias y a largo plazo. Veamos sino el caso de la ciudad de Buenos Aires “Según un grupo de alumnos autoconvocados, la reforma porteña presenta “fallas importantes y currículas que atentan contra la formación de los alumnos en el campo específico y aplicado”. Remarcan que en la especialidad de mecánica se quitan materias como Hidráulica, Termodinámica, Mecánica Técnica y Electrotecnia y se reducen horas de máquinas, mientras que en Química disminuyen las horas dedicadas a Química Analítica y se quitan prácticas de laboratorio en Técnico Químico. Además advierten sobre errores de correlatividades.
“Pedimos que los cambios sean de calidad y no impuestos sin previa consulta, al menos, con los profesores de las escuelas que son los que conocen de estos temas”, reclamó Rocío Moser, alumna de la Escuela Técnica 12. En la movilización de mañana se presentará un petitorio para reclamar la suspensión de la reforma, la apertura de espacios de “verdadera participación democrática” y en forma simultánea, avanzar en la adecuación curricular en todas las escuelas y especialidades para la validación nacional de los títulos.” (Clarín 10 de julio de 2012).
Y está es la cuestión, consultar a los que saben, a los que están en el aula y en los talleres desde hace mucho tiempo y que ven cómo año tras año la educación técnica va siendo minada en aras de otra que tampoco funciona todo lo bien que quisiéramos. Alejándonos de cualquier posición pesimista creemos que revisar los diseños y las adecuaciones curriculares en la educación técnica abriría el abanico de las ofertas educativas a la vez que reduciría la repitencia, la deserción escolar y los problemas de violencia y disciplina. Después de todo ya está siendo hora de alejarnos del modelito de M’hijo el dotor y pensar que la inclusión y la democracia, la de verdad no la que se declama, empieza por sostener que las políticas en educación deben ser lo suficientemente pluralistas como para que ningún chico de nuestro país tenga que recorrer kilómetros para aprender un oficio o tenga que renunciar a lo que elige porque no se adecua a las ofertas de pasantías de algunas empresas o industrias.