por Mario Rivas
Cuando yo tendría cuatro o cinco años mi papá estaba enfermo de cáncer. En aquella época, que supongo no andábamos precisamente bien de fondos, mi papá recolectaba en una latita los clavos que por algún motivo se habían doblado o clavos que rescataba por aquí y por allá. Una tarde sacó la latita y a golpes de martillo se puso a enderezar los clavos. Yo lo miraba desde mis ojos de niño y me maravillaba que quedaran como nuevos. Al poco tiempo mi papá murió pero esa fue una de las enseñanzas más perdurables que me dejó: hay cosas que se arreglan a golpe de martillo.