
Fabricio Ballarini, doctor en neurociencia, biólogo e investigador del Conicet, asegura que sorprender a las personas puede mejorar el proceso de aprendizaje.
–¿Es (…) fácil implantar un recuerdo?
–Creemos que todo lo que vivimos lo podemos hacer una copia en la cabeza y que, cuando se lo evoca, se reproduce una memoria exacta. Ningún recuerdo es verdadero. Se entra en fases de olvido y cada vez que se lo evoca hay un montón de detalles que se pierden o se modifican. En un recuerdo entran en juego las emociones, los intereses, la subjetividad, si te conviene o no, a veces te conviene olvidar determinadas cosas y eso tampoco se elige. Hay estadísticas que muestran que existieron un montón de condenados a crímenes por testigos presenciales que se confundieron o le vieron la cara parecida al verdadero culpable. En situaciones de estrés, guardar una información es muy complicado y evocarlo peor. Entonces, ¿por qué habríamos de creerle a una persona que vivió esa situación? Es muy fácil implantar un recuerdo.
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–En su libro señala que investigaciones científicas relacionan el nivel socioeconómico con el nivel cognitivo, ¿cuál es la explicación que encuentra la neurociencia?
–Hay dos temáticas que están relacionadas y que la neurociencia estudió: la toma de decisiones y el tamaño de la corteza cerebral. El de la toma de decisiones es fuertísimo. Todo el tiempo se toman decisiones: qué vas a comer, qué colectivo tomarte, a cada segundo tomamos decisiones. El tema es en qué se las basa. Mayoritariamente es gracias a la experiencia previa: tengo que llegar más rápido a tal lado; si me tomo el subte, llego más rápido, entonces me lo tomo en X situación. Eso sería una buena decisión. Lo que se descubrió es que se toman mejores decisiones cuando las personas tienen la conciencia de tener algo de nivel adquisitivo. Lo que proponen los científicos es lo que denominan “carga mental”. Pensando en una situación muy extrema: hace dos días que no comés. Absolutamente toda tu atención, preocupación y deseo, todo tu cerebro, va a estar puesto en comer; el resto de las decisiones van a quedar en un segundo plano. Científicos ingleses y norteamericanos estudiaron a un grupo de agricultores de caña de azúcar en India. Estos campesinos vivían una mitad del año con plata, gracias a las cosechas, y la otra mitad con menos ingresos, debido a que el nivel de producción bajaba por la mala temporada. Cuando les hicieron evaluaciones sobre variables que se pensaba que podían interferir en sus decisiones, como el estrés o la comida, encontraron que, cuando tenían plata, tomaban buenas decisiones. Cuando no la tenían, tomaban malas decisiones. Lo llamativo es que se equivocan por una decisión económica reversible. Es una cuestión de tener algo de plata. Esto puede aplicarse en Argentina. Es sumamente interesante y es clave que se sepa a nivel político. Es la fundamentación política de la Asignación Universal por Hijo y no la conoce nadie. Hay otra investigación relacionada al tamaño del cerebro de los pibes. El tamaño del cerebro de los chicos de las personas pobres es más chico. Pero no es porque nacieron con el cerebro más chico, sino por variables como la falta de estimulación cognitiva, la falta de alimentación, la exposición a condiciones ambientales adversas. Entonces, en algún punto, hay una correlación fuerte entre la riqueza y la educación. Uno de los mitos instaurados es que se le regala plata a la gente pobre para que la gaste en cualquier cosa. No, en realidad se les da plata para darle la posibilidad de tomar buenas decisiones. Un montón de gente va a tomar malas decisiones, pero a otro montón le estás dando una posibilidad a partir de un incentivo de salir de una situación de pobreza, de tomar decisiones como la de mandar a tu hijo a la escuela, vacunarlo, darle de comer. Sin ese ingreso, eso no sucede.
–También advierte que la tecnología nos quita la posibilidad de guardar recuerdos, ¿cómo afecta el uso de la tecnología en los aprendizajes?
–Recién estamos conviviendo con estas nuevas tecnologías entonces es muy difícil saber cómo la afecta. Lo que sí se sabe es sobre una cuestión que se llama memoria transactiva: cualquier cerebro va a intentar gastar la menor cantidad de energía posible en las actividades que se le asigne. Guardar información es un trabajo: es prestar atención, entender, generar conexiones en el cerebro, conservarlas en el tiempo. Uno de los recursos que tiene el cerebro es depositar su propia memoria en otra persona, uno hace memoria transactiva con gente cercana con la que tiene un vínculo fuerte. Es muy fuerte pensarlo porque lo que ahora sucede es que el celular, Internet, Google, la nube o los discos rígidos tienen un montón de cosas que no tienen los seres humanos. Primero, capacidad enorme de almacenar información. También es instantáneo. Lo que plantean muchos científicos es que nuestro cerebro, en vez de hacer memoria transactiva con los humanos, lo está haciendo con la tecnología. Entonces tu cerebro, ¿para qué va a querer guardar la capital de un país, el día de la muerte de San Martín, un cumpleaños o un teléfono, si todo está en la tecnología? Si esas redes de pensamiento están en el celular, tenés que ir al celular, ver la información y, a partir de eso, generar ideas. Es bastante terrible porque esa comodidad podría dar lugar a un cerebro poco entrenado.
–Sin embargo, apoya la tecnología aplicada a la educación.
–Me parece un problema que deleguemos en la tecnología la responsabilidad de guardar mucha información porque las generaciones más chicas nacen con la tecnología y se pueden hacer esta pregunta: ¿para qué voy a necesitar acordarme de esto, si todo está en Internet? Y otra cosa terrible es que, si la tecnología ya está insertada en la juventud, si no empieza a atravesar a la escuela, la escuela queda fraccionada, analógica. Por eso, que hoy todos los chicos tengan una computadora en la escuela me parece una cosa increíble y el próximo paso es que se den contenidos para que esa computadora pueda ser usada correctamente. Hay que encontrar la manera de que el sistema educativo en general pueda llegar a eso porque una maestra de 50 o 60 años no vivió con ese conocimiento. Ahora los pibes tienen a disposición millones de fuentes en Internet que en muchos casos no están chequeados y eso es peligroso. Aunque, atado a esto de las situaciones novedosas, desde un punto de vista tecnológico, si se encaran determinadas temáticas de una manera que los chicos no esperan, se consolidan mejor los aprendizajes. La tecnología te da muchísimas posibilidades de ir un poco más allá. Quizás con el pizarrón y las actividades actuales de la escuela, las sorpresas son más limitadas, pero ¿qué pasa si, por ejemplo, un pibe usa un casco de realidad virtual para una clase de historia de la Revolución de Mayo?».
(Leer completa la entrevista de Gonzalo Olaberría a Fabricio Ballarini haciendo click acá)