
Antiguo Palacio Unzué, residencia presidencial 1946-1955. En este palacio murió Evita en 1952. Fue demolido en 1958 por orden expresa del dictador Pedro Eugenio Aramburu. (foto Archivo)
por Mario Rivas
Recuerdo que el ’76, antes del Golpe, se hablaba de las «reservas democráticas» del pueblo argentino. Se suponía que las mismas iban a impedir el Golpe de Estado. Se ve que no fueron suficientes. Hoy muchos se asombran de la ferocidad con que está actuando la derecha. Ferocidad torpe, brutal, desesperada por lograr sus objetivos en el más corto plazo posible.
Pero no hay nada de que asombrarse, la derecha siempre actuó igual en nuestro país. ¿O acaso se olvidad de los cientos de obreros rurales masacrados en la Patagonia a comienzos del siglo pasado sólo por reclamar mejores condiciones laborales? ¿O acaso se olvidan del criminal bombardeo a una plaza llena de civiles, alumnos de primaria, laburantes? El único caso en la historia de la humanidad en que en tiempos de paz se bombardea salvajemente una población civil indefensa. ¿O acaso se olvidan de los fusilamientos en los basurales, de las proscripciones, de los miles de encarcelados y de las prohibiciones absurdas de pronunciar el nombre del «tirano depuesto»? ¿O acaso se olvidan de los miles y miles de desaparecidos, de las embarazadas torturadas, de los niños apropiados como botín de guerra y que aún hoy seguimos buscando?
El afán de revancha que ha demostrado la derecha en los primeros treinta días (¡treinta días!) de gobierno es congruente con su historia. Avasallamiento de las instituciones, desprecio por los mecanismos democráticos, cercenamiento de voces críticas en los medios de difusión, despidos masivos, represión y encarcelamiento de dirigentes sociales. Llegaron de manera democrática al gobierno y piensan utilizar ese poder sin miramientos ni vergüenza por las formas. Van por todo, en primer lugar por el salario de los trabajadores y las conquistas sociales. Para lograr sus objetivos de brutal ajuste y transferencia de ingresos hacia los grupos más poderosos necesitan de un 20%, por lo menos, de desocupación. Hacia ese horizonte se encaminan sin pausas ni vacilaciones.
Pero no sólo eso. En sus objetivos está no dejar absolutamente nada del edificio cultural construido en estos años.
En 1958 la Revolución Fusiladora demolió completamente lo que había sido el Palacio Unzué, lugar de residencia del presidente Perón, lugar donde murió Evita en 1952. No dejaron piedra sobre piedra, era necesario eliminar todo vestigio del «régimen». Como si lo construido en el corazón de un pueblo lo pudieran borrar con topadoras.
Como se ve, nada nuevo en el accionar de la derecha vernácula. Que, aunque parezca contradictorio, a la vez que destruye todo a su paso va cavando frenéticamente su propia tumba. No hay nada para el asombro, es lo que siempre hicieron.
Aunque quizás sí existe algo que merece el asombro: nuestra ingenuidad.
¿Ingenuidad o patología de una sociedad?
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