Una publicación efímera, como todo

¿Qué se oculta detrás del Tarifazo?

In Ay país, Economía, Opinión, por Claudio Scaletta on 13 julio, 2016 at 10:25
"Lo avanzado hasta el presente, con reacción social y judicial incluida, más los anuncios de anteayer con topes del 400 y 500 por ciento adicionales sobre boletas anteriores, representa un verdadero pastiche", plantea Claudio Scaletta en esta nota.

«Lo avanzado hasta el presente, con reacción social y judicial incluida, más los anuncios de anteayer con topes del 400 y 500 por ciento adicionales sobre boletas anteriores, representa un verdadero pastiche», plantea Claudio Scaletta en esta nota.

Leemos hoy:

«Resulta por lo menos llamativo que en el nuevo planeta CEO que administra el Estado haciendo alarde de planillas de Excel, nadie hable de los costos de la producción que las nuevas tarifas vendrían a subsanar. Una respuesta posible es que desarmar la facturación lleva directamente a las transferencias a las petroleras.

A su vez, la negación del dato central provoca que en el discurso público ya no se sepa si los objetivos son presupuestarios, ecológicos, de austeridad franciscana o todo junto. De “la mentira de la herencia K” que engañó a la población diciéndole que era posible consumir energía sin mayores preocupaciones, se salta directamente a sujetos individualistas y derrochadores que, en plena Patagonia, andan “en remera y con las ventanas abiertas”, según el ministro Rogelio Frigerio. O peor, también en remera pero “en patas” en las grandes urbes de clima templado, según la versión del hijo de Franco Macri. La incursión en la vida privada por parte de los restauradores del neoliberalismo no deja de ser un dato de color, aunque no tan desopilante como la intervención del jefe de Gabinete Marcos Peña sobre “las inundaciones y todo eso” originadas por el daño ecológico planetario de tener la estufa encendida.

Queda el detalle de la calidad de la política económica. El que se vendió como “el mejor equipo de los últimos 50 años” reconoce públicamente que avanza con la improvisada técnica del ensayo y error. El propio ministro de Energía afirmó no haber medido los impactos sociales de sus decisiones, sinceridad que supera cualquier anécdota. La presunta candidez sería tolerable si no entrañase sufrimiento social concreto, desde recortes del ingreso disponible de los trabajadores, cierre de empresas y desempleo hasta simplemente pasar frío. Lo menos que se le puede exigir a un hacedor de políticas públicas es conocer las relaciones causa-efecto de sus medidas y haber estudiado in extenso el tema sobre el que decide. Que un integrante del Poder Ejecutivo sostenga alegremente que está aprendiendo sobre la marcha es una afrenta a los votantes y una responsabilidad presidencial.

Lo avanzado hasta el presente, con reacción social y judicial incluida, más los anuncios de anteayer con topes del 400 y 500 por ciento adicionales sobre boletas anteriores, representa un verdadero pastiche. Si lo que se buscaba con el ajuste tarifario era eliminar subsidios, algo que podría ser comprensible y necesario en muchos casos, no se entiende por qué se duplicaron alegremente los costos del gas pagados a las petroleras y, en consecuencia, continúan los subsidios a pesar de los mayores costos para los consumidores. Tampoco se entiende la necesidad de garantizar una ganancia del 150 por ciento sobre los costos de producción. Y si de lo que se trataba era de “sincerar” los valores de la energía alineándolos con los internacionales, ignorando costos internos, tampoco se entiende por qué, como reseña el citado informe de la Fundación Bariloche, en la Argentina las empresas gasíferas pasaron a cobrar 2,5 veces más de lo que reciben en países como Canadá, donde cobran 2 dólares el millón de BTU. Luego, si el objetivo contra viento y marea era multiplicar pagos a las empresas y eliminar completamente subsidios, no se entiende por qué no se aprovecharon los bajos precios internacionales para producir una transición más gradual en vez de contribuir al shock económico. Finalmente, si de los que se trataba era de aumentar la producción para reducir importaciones, lo menos que podría haberse exigido desde el poder del Estado, a cambio de la graciosa transferencia de 3000 millones de dólares por año, eran compromisos de inversión firmados por las empresas beneficiarias».

(Leer completa la nota de Claudio Scaletta haciendo click acá)

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