por Mario Rivas
Un lugar de aromas y dulzuras en pleno corazón de la Segunda. Tomando un café con un hombre que ha empardado las cuentas con la vida. Tres generaciones dedicadas al café y la especias. La sorpresa de reencontrarse con los sabores originales.
Es uno de esos lugares que uno supone destinados a morir en el corto plazo. Y sin embargo están ahí, resisten y sorprenden.
Ceferino Benito es un amplio local en la calle Oncativo 150, ahí a media cuadra del Mercado Norte. Al pasar por su puerta lo asaltan a uno los aromas del café recién molido, de las especias que están a la vista en bolsas de arpillera, del chocolate recién elaborado. A Santino, que ahora tiene siete años, le encanta desde chiquito ingresar a este lugar, siempre dijo que le gusta como huele. Y hay que decir que no todos los locales de la zona pasan el testeo de Santino: hay negocios a los que se niega a entrar y prefiere esperar en la vereda. No es el caso de Ceferino Benito.
3 generaciones dedicadas al sabor y a los aromas
En lo de Benito se pueden encontrar cafés de Colombia y de Brasil en granos, que te lo muelen y envasan a la vista. Una experiencia hermosa. Uno puede hacer su propio blend, mezclando diferentes granos. La atención y buena disposición de sus empleados es una marca distintiva de este negocio que ya ha cumplido 80 años brindando sabores a los cordobeses.
Arcadio, un hombre que desde la panza materna viene tostando y moliendo café
La semana pasada conocí a don Arcadio Benito, el más chico de los cinco hijos de Ceferino, el fundador de la empresa.
Don Arcadio nació prácticamente al calor de una tostadora de café en 1938, la que su padre había comprado dos años antes iniciando el negocio familiar que hasta hoy se mantiene. Al principio la fábrica estaba en el Barrio Inglés (actualmente Barrio Pueyrredón) » en la calle Potosí (O) 53″ me apunta don Arcadio. «Si quiere le digo hasta el número de teléfono que teníamos: 97341».
Hoy don Arcadio ha cedido el manejo de la empresa a sus hijos, pero él sigue yendo al local todos las días a primera hora: «Aunque no lo crea», dice haciendo un gesto abarcador con su brazo, «esto es la salud». Y realmente se lo ve entero, dispuesto a compartir generosamente sus anécdotas, su café y sus chocolates con quien vaya a visitarlo. Se lo ve y se lo escucha a don Arcadio Benito, a sus 78 años, como un hombre que a empardado las cuentas con la vida, que vaya si en un país como la Argentina habrá tenido subes y bajas. Constantemente, en medio de la charla, me regala chocolates, me ofrece galletitas que le trae un proveedor del interior, insiste en que pruebe los diferentes tipos de café que tiene su negocio. Luego me lleva a conocer los depósitos, impecables, ordenados y me muestra con orgullo en un cuadro la factura de cuando su padre compró su primera moledora.
La princesa de lugar
Por último don Arcadio me llevó a conocer la fábrica de chocolates, la más reciente incursión de su negocio. Un máquina española que produce 800 kilos de chocolates diarios, dos mujeres que seleccionan y envuelven amorosamente los productos en papel celofán y los etiquetan, un ambiente limpio y ordenado. Los chocolates salen con la marca «Lübeck» que don Arcadio adquirió a los descendientes de la mítica confitería que estaba frente a la plaza Colón y que muchos cordobeses recordarán sin dudas.
De los chocolates sólo voy a decir que son exquisitos, que me han permitido reencontrarme con el sabor original del chocolate y que sus precios son excelentes. Uds. pueden comprobarlo por sí mismos.
Bienvenidos al reencuentro con los sabores originales.