por Mario Rivas
Aquí se cuenta la asombrosa historia de amor entre Marilyn, la curucucha, y Cecilio, el palomo fiel.
No hace mucho tiempo atrás Cecilio, el palomo fiel, se había enamorado perdidamente de la bella curucucha llamada Marilyn.
Todos los días Cecilio arreglaba sus plumas y se llegaba hasta la casa de Marilyn para cantarle su amor. Pero Marilyn siempre estaba ocupada, o justo estaba por salir o le dolía la cabeza y mejor dejaban los cantos para otro día. Así durante semanas, así durante meses, así durante unos cuantos años: nunca había tiempo para el amor de Cecilio.
Pero un día Cecilio no se presentó a la casa de la curucucha. Ésta, al ver que su palomo fiel no aparecía, decidió ir hasta la casa de Cecilio para ver qué le había pasado para fallar así a su cita cotidiana.
Al llegar a la casa de Cecilio, Marilyn lo llamó desde la puerta y Cecilio apareció al instante. «¿Qué te ha pasado Cecilio que hoy no fuiste a cantarme como todos los días?», preguntó muy enojada Marilyn al ver que Cecilio estaba de lo más bien. «Hoy tuve que arreglar unas cosas en la casa y no tuve tiempo», le contestó Cecilio. «Mirá vos», dijo Marilyn ofendidísima. «Bueno, que no se repita. Te espero mañana a la hora de siempre», dijo la curucucha y levantando su colita carmelita se fue dando vueltas en el aire.
A la mañana siguiente Cecilio fue hasta la casa de Marilyn. Pero no llamó, ni cantó, ni nada. Sólo se quedó mirando un rato, luego dio media vuelta y se marchó para ya nunca más volver.