por Mario Rivas
Durante muchos años fui comentarista de cine. No digo «crítico de cine» porque nunca llegué a tanto: simplemente fui un honesto comentarista de cine en radios de provincia.
Mi preocupación central al comentar una película siempre era la misma: ser honesto y trasmitirle un panorama lo más cercano al filme a quien estuviera escuchando. Todo eso dejando de lado mis preferencias personales, por supuesto.
Así las cosas, tuve que armarme un esquema al cual recurrir a la hora de comentar un filme, sobre todo los últimos años en los cuales trabajé para Cadena 3, una radio con muchísima audiencia.
La cuestión es que para mi una película debe ser, en primer lugar, entretenida. No digo divertida, digo entretenida que no es lo mismo.
En segundo lugar, una película debe emocionarte en algún momento. Algo, un poquito. Emoción, eso.
Y en tercer lugar, una película debe dejarte algo para reflexionar.
Con estos tres parámetros me enfrentaba a los estrenos cinematográficos y luego ya tenía un esquema desde donde plantarme a la hora de comentarlos.
Descubrí, además, que este esquema servía tanto para la peor producción hollywoodense como para una película iraní.
En fin, hace años que no comento cine pero la película «El otro hermano», de Adrián Caetano sobre un libro de Carlos Busqued, me hace volver al ruedo.
Al libro «Bajo este sol tremendo» prácticamente lo vi nacer: Busqued nos enviaba (digo, supongo que éramos un grupo los beneficiados) los adelantos de los capítulos vía mail y así fuimos viendo el desarrollo de Cetarti, el protagonista, casi como una novela por entregas. Imaginen la alegría cuando el libro fue editado por Anagrama.
Por otra parte, Adrián Caetano es un de mis directores preferidos, desde aquellos lejanos ’90 cuando hicimos pizza, birra y faso en La Verónica para el estreno de aquella su primera película. «Bolivia» y «El oso rojo» son además dos películas inolvidables para mi.
Finalmente, Sbaraglia y Hendler son actores que me gustan y respeto.
Dicho esto, fui a ver «El otro hermano» con la mejor de las predisposiciones.
Y está todo muy bien en la película: respeta la linea argumental central del libro, las actuaciones son muy buenas (Leonardo Sbaraglia compone un personaje sólido y hubiese estado bueno que hubiera aumentado 10 kilos para hacerlo más creíble, pero es lo de menos), las locaciones excelentes, los encuadres contundentes, la banda sonora acompaña de una manera perfecta, la fotografía impecable.
Pero el cine es algo más que la suma de sus partes y «El otro hermano» adolece del peor de los pecados: aburre.
Nunca se entiende cuál es el nudo dramático que tiene que resolverse y en ese sentido la película va patinando y patinando y el espectador acepta el desenlace final porque bueno, en algún momento la película se tiene que terminar.
Eso sí, la toma final es una gran toma.