por Mario Rivas
Estoy convencido de que en la calle Alvear, aquí por la zona del Mercado, hay una puerta del tiempo. Es una sensación que tengo desde hace tiempo y se va acrecentando a medida que pasan los días.
Es también un juego, claro. El sentirme dentro de una novela de Stephen King o simplemente el soñar con la posibilidad de salir de este presente tan tirano.
Como sea, hace un par de tardes lo invité a Santino para ir a ver una casa en la que yo creía, le dije, era posible existiera una puerta del tiempo. Me acompañó no muy convencido y al llegar al lugar, que es una casa antigua entre dos locales abandonados, miraba todo con aire decepcionado. «No papá», me dijo espiando por el buzón de la puerta de entrada. «Aquí no hay ninguna puerta del tiempo, sólo hay una casa vieja y unas escaleras».