
Por Zula Lucero*
La institución de la prostitución en una práctica de extrema violencia, que se sostiene sobre un complejo entramado social, cultural y económico. La trata de personas con fines de explotación sexual es una consecuencia de la naturalización de la prostitución. Esta práctica violenta se apoya en dos pilares básicos: el sistema patriarcal y el sistema capitalista.
El patriarcado le otorga el marco simbólico que habilita la explotación sexual de mujeres, niñas y niños. Las relaciones de poder que instituye este sistema, les otorga privilegios a los varones y discrimina a las mujeres. En este sistema el único deseo valido es el masculino, convirtiendo a las mujeres en objetos posibles de ser poseídos y apropiados para el placer de los varones.
La aceptación social y cultural del consumo de prostitución, implica una legitimación de la violencia sexual que se ejerce sobre las personas en prostitución. No solo porque existe un intercambio de dinero, o cualquier otro intercambio comercial, sino porque refuerza la cosificación de las personas. El proceso de socialización de los hombres está construido sobre la certeza de que su sexo les otorga derecho a disponer del cuerpo y de la sexualidad de las mujeres. Pagar por sexo es una forma de ejercer poder y degradar a la persona al nivel de objeto.
“68% de las mujeres prostituidas encuestadas cumplían los criterios diagnósticos de Estrés Post Traumático. Esta cifra puede compararse con la de mujeres maltratadas de 43% (Houskamp & Foy 1991) a 84% (Kemp et al. 1991), y con la de ex – combatientes de Vietnam 50.6 (Weathers et a1993), o de la Guerra del Golfo 34.8 (Weathers et al., 1993).” Muchas supervivientes señalan que, para poder sobrellevar la degradación psicológica que provoca la prostitución, desarrollaron una reacción de disociación – un sistema de desvinculación de parte de uno mismo, de “abandonar el cuerpo” o “irse mentalmente a otro lugar”. Este mecanismo es similar en violaciones, maltrato doméstico y tortura.” (Farley, Melissa and Howard Barkan. «Prostitution, Violence Against Women, And Post‐Traumatic Stress Disorder)
El capitalismo se basa ideológicamente en una economía donde el mercado predomina, realizándose transacciones entre personas, empresas y organizaciones que ofrecen productos y quienes los demandan. El mercado es reglado mediante las leyes de oferta y demanda. Por lo que el valor de cambio adquiere su máxima realización, y todo lo que se produce esta destinado a ser vendido. Este modelo convierte a las personas en mercancías y la relación entre personas se mercantiliza y se cosifica. Es el capitalismo el que convierte a la prostitución y la trata de personas en un negocio rentable. Convirtiendo a mujeres, niñas y niños en mercancía: que se vende, se compra, se exporta, se importa. A diferencia de las drogas, las mujeres, niñas y niños pueden ser vendidas varias veces, en un mismo día.
“En todos los casos el móvil último de la explotación es la obtención de ganancias elevadas, lo que inserta y relaciona indeleblemente el tema con el sistema económico mundial, siendo esta inserción uno de los motivos que le aportan estabilidad, crecimiento y globalidad(…)El enfatizar este punto de vista no significa reducir este complejo tema a la variable económica, sino hacer notar que además de las condiciones patriarcales, machistas, del modo en que la subjetividad de la mujer y el hombre son construidas, junto a los mitos y al imaginario social, es necesario también considerar el beneficio económico pues este aporta las bases materiales que se conjugan con los condicionamientos simbólicos.” (Alberto Ilieff integrante de la Red Abolicionista de la Prostitución)
Para algunos autores/as también es necesario señalar la existencia de otro sistema el Proxeneta. Marie-Victoire Louis lo define de del siguiente modo: “El sistema proxeneta es una de las manifestaciones de la dominación patriarcal que organiza y legitima la disposición o disponibilidad sexual de ciertos seres humanos – mujeres de todas las edades en la inmensa mayoría de los casos- para mantener y satisfacer el poder masculino”.
En el último tiempo, luego que la trata de personas adquirió mayor visibilidad, se instalo el debate sobre la existencia de una prostitución forzada y otra prostitución consentida. Postura alentada principalmente por Estados Unidos.
En muchos países, como Argentina, han adoptados leyes que son una copia del Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional. Este protocolo hace una diferenciación entre las personas en prostitución; separándolas entre quienes son forzadas y quienes lo eligen “voluntariamente”, vinculando a esta problemática con una cuestión de seguridad de los estados y no como un tema de derechos humanos. Desde esa perspectiva se sanciono en nuestro país en Abril de 2008 la Ley 26.364 Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Victimas.
Las organizaciones comprometidas con la lucha contra la trata de personas y las redes de prostitución están debatiendo sobre el rol que le cabe al “cliente” prostituyente. La realidad muestra que en esta problemática, el consumidor esta invisibilizado a pesar de ser, dentro del sistema capitalista, quien sostiene la demanda. No obstante esto, el rol del cliente/prostituyente va más allá de su inserción como consumidor dentro de un sistema económico, sino que es una parte importante dentro del complejo entramado social y cultural que sostiene la prostitución como institución.
El psicólogo Juan Carlos Volnovich realiza preguntas inversas a las que generalmente se hace sobre las personas en prostitución: “¿cuáles son las condiciones sociales y las determinaciones subjetivas que empujan a los varones a incorporarse al universo de clientes? ¿Por qué millones de varones eligen comprar (¿alquilar?) los cuerpos de mujeres, llamar sexo a esa operación y, aparentemente, disfrutar con ello?”
Médicos del Mundo en su informe “La prostitución desde una perspectiva de Derechos Humanos”, expresa: “La prostitución no es una institución femenina, es controlada por hombres y mantenida mediante la violencia (…)las mujeres…no eligen prostituirse sino eligen, en determinados casos, subsistir con las alternativas que les ofrecen.”
A principio del este año, el Ministro de Justicia de la Nación, Julio Alak confirmó que avanzaba la propuesta de penalizar al “cliente” de Trata de Personas. La iniciativa promovida por el gobierno nacional ante la ONU, junto a Brasil, plantea la «penalización del cliente, consumidor o usuario de la trata con fines de explotación sexual, así como otras formas de explotación de personas».
Estas medidas, de adoptarse, serian de difícil instrumentación. En primer lugar porque antes de procesar al “cliente de trata”, debe determinarse que la persona o las personas con las que estaba son victimas de trata. Para que se configure ese delito deben cumplirse algunos de los criterios que expresa el Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas (Protocolo de Palermo). Esta normativa sobre la que se basa la Ley 26.364, determina que: “Por «trata de personas» se entenderá la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación…” (Definición de Trata según el Protocolo de Palermo). Luego, es necesario determinar quien es el “cliente”, que puede alegar que desconocía que se trataba de una victima de trata.
En temas de violencia de Género, la justicia de nuestro país y el Estado tienen una deuda pendiente con las miles de mujeres que fueron violentadas y/o asesinadas por sus parejas, ex – parejas, novios, ex – novios. Muchos de estos casos fueron denunciados por las victimas y a pesar de eso fueron abandonadas por el estado. Más específicamente en el tema de trata de personas, en los pocos juicios realizados por este delito las condenas caen sobre el eslabón más vulnerable de las redes mafiosas: reclutadores/as y regentes de prostíbulos pero difícilmente apuntan a desarticular las grandes redes de trata y prostitución. En la Ciudad de Buenos Aires, el artículo 81 del Código Contravencional, sanciona la oferta y demanda de sexo en los espacios públicos, pero a quienes se les labran las actas contravencionales y llegan a juicio son las personas en prostitución. Raramente quien demanda sexo. En muchos casos, los cliente/prostituyentes, se presentan en los juicios como testigos de la fiscalía en perjuicio de la persona en prostitución. Frente a este panorama: ¿Que porcentaje de prostituyentes serian efectivamente penalizados?
Argentina desde el 1949 se convirtió en un país abolicionista de la prostitución, por haber firmado el “Convenio para la represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena”. Esta Convención establece que toda forma de explotación de la prostitución ajena es punible, sin importar el consentimiento de la víctima. Prohíbe el establecimiento de prostíbulos y la reglamentación de la prostitución. Plantea la prevención de la prostitución y la trata, la protección de las víctimas y el control de las agencias de empleo. No divide entre Prostitución y Trata porque las hace expresamente, a una, consecuencia de la otra.
Sin embargo, actualmente, existen códigos contravencionales o de faltas que persiguen y criminalizan a las personas en prostitución. Estos códigos han servido sistemáticamente, a las policías para reprimir y extorsionar económicamente a las personas en prostitución y dar “protección” a proxenetas y explotadores. Gran parte del crimen organizado -sobre el que se fundan las redes mafiosas de prostitución y trata- son manejadas por integrantes de alguna fuerza de seguridad. Penalizar al cliente/prostituyente le daría una herramienta más a la policía para extorsionar.
En Suecia la compra de sexo esta penalizada desde el año 1999, constituyendo un delito que puede tener una condena de multas o cárcel de hasta seis meses. Las personas en prostitución no sufren persecución legal, son consideradas personas vulnerables.
La clave en ese país radica en que la prostitución está reconocida oficialmente como una forma de explotación y constituye un problema social, que no sólo daña a la mujer o niña/o que es prostituida sino también a toda la sociedad. Las personas en prostitución no sufren persecución legal, son consideradas personas vulnerables. El estado ha desarrollado políticas públicas que apoyan a las personas que quieren salir de esta situación y destina importante recursos en educación sobre esta temática.
Es tarea del estado: Generar políticas publica para prevenir la prostitución. Crear Programas con reales recursos económicos para asistir a las personas en prostitución y ofrecerle posibilidades reales para salir de esa situación. Producir campañas educativas, destinadas a toda la sociedad, para que comprenda que la prostitución es una forma de violencia de género que no puede ser tolerada socialmente. Reprimir efectivamente a quienes se benefician con la prostitución ajena, apuntando a desmantelar las redes mafiosas de prostitución. Desarticular las complicidades judiciales, policiales y estatales sobre las que se sostiene este delito.
Pero no estamos diciendo que el cliente/prostituyente debe continuar invisibilizado. Es necesario que comprenda que pagar por sexo es una práctica violenta. Que nadie consiente su propia explotación. Que aunque en la prostitución, exista un aparente consentimiento, en realidad esta viciado por las situaciones de vulnerabilidad social en la que se encuentra la persona en prostitución. El debate sobre la penalización del cliente/prostituyente no esta cerrado, continuamente se aportan nuevos elementos a la discusión.
Cuando pensamos en la prostitución y su consecuencia la trata de personas, no podemos hacerlo solo desde un punto de vista, porque hay una multiplicidad de factores que operan para esclavizar seres humanos con total impunidad. El patriarcado y el capitalismo, la pobreza y la concentración de la riqueza, la complicidad estatal y la impunidad de las redes mafiosas, son los elementos necesarios en el que se sustenta la violencia que se ejerce sobre el cuerpo de las mujeres, niñas y niños reduciéndolos a bocas, vaginas y anos para abusar sexualmente.
* Activista social y feminista. Comunicadora, fotógrafa y madre. Durante el mes de julio de 2009 a diciembre de 2010 colaboró en una organización de base que núclea a mujeres en situación de vulnerabilidad social y prostitución, dando talleres de comunicación con perspectiva de género y clase. Además coordina un Programa de prevención de explotación sexual de niñas, niños y adolescentes. Integrante de la Red No a la Trata y de la Red Abolicionista de la Prostitución.
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